La combinación cine y ceguera, a priori, parece imposible. Aunque a veces no lo es. Si no que se lo pregunten a profesores e investigadores de la Universidad de Granada (donde está una amiga). Pero no quiero hablar de avances tecnológicos ni de integración, no tengo espacio ni conocimiento suficiente del tema, si no a dos tipos de ceguera, detectados en lo que se podría denominar la práctica y el “espíritu” dentro del mundo-audiovisual. Por un lado me refiero al espectador, sí, sí, a nosotros mismos, capaces de abrirnos y aceptar todo tipo de ideas y estilos en un mundo globalizado y seguir haciendo el chiste del cine iraní con Gasset Dubois como protagonista. Todavía nos falta apertura y riesgo en lo que al cine se refiere y atrevimiento a la hora de ver todo tipo de cine procedente de cualquier nacionalidad. No sé las razones que nos llevan a esto, pero es un fenómeno curioso. La otra ceguera procede del mercado y de las instituciones. No profundizaré en el tema de las distribuidoras. Pero sólo las cinco grandes copan casi la totalidad de películas exhibidas. El cierre de salas también es otro problema, falta diversidad, así como otro unido a éste, el futuro de exhibición, que tal vez no pase por la salas de cine. Junto a internet, descargas y nuevos aparatos tecnológicos se inicia hoy un camino diferente de ver cine. Qué pereza hablar de las instituciones..., pero daré un dato. Según el Ministerio de Cultura y con informes 2008, las películas españolas estrenadas en este año fueron de 173. Sobran los comentarios. Sirva todo esto para llegar al concepto de cine invisible, aquel que no llega al circuito de exhibición habitual y, si llega, lo hace a una o dos sala en Madrid y Barcelona. Es un problema esto de ser de provincias... Lo que sí tiene solución es nuestra inquietud y búsqueda de ese cine, como el de Isaki Lacuesta. Uno de los directores de vanguardia actuales menos conocidos por el gran público. Arrancó como documentalista, pero va tocando varios palos audiovisuales, tal es así que en noviembre estrenó una película de ficción, Los condenados. Ninguneada en los Goya y premiada en San Sebastián. En Burgos se pudo ver en mayo, en el ciclo de cine que organiza la Universidad de Burgos, con otras películas, de alguna u otra manera también olvidadas. Éste y otros son un ejemplo de cine casi invisible, por lo menos para los que no vivimos en una gran ciudad. Es la hora de abrir los ojos.
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