jueves, 27 de enero de 2011

En defensa del payaso

Me hubiese gustado haber hecho una reseña de la última película del director Álex de la Iglesia, pero las informaciones aparecidas en los medios de comunicación esta semana me han conducido inevitablemente a escribir esta entrada.
Ahora no es tiempo de ensalzar las virtudes de este realizador bilbaíno, de destacar su universo propio construido en cada uno de sus trabajos, la solvencia como creador de grandes obras cinematográficas como padre de iconos pop que perdurarán en la historia del cine español. Tampoco es tiempo de compararle con creadores de la talla de su, todavía, actual jefa. Es evidente que ninguno de los dos está al mismo nivel y contrastarlos puede conducir a la construcción de un edificio demagógico de proporciones colosales.
Lo que sí se puede examinar es su trayectoria como gestor y su labor pública –al igual que su imagen-. Álex de la Iglesia aterrizó en la Academia de Cine, no sé si de manera accidental o consciente. Me temo que lo último. Vino a realizar una labor política y de gestión en uno de los apartados culturales, en mi opinión, más farragosos que hay. Lo estaba haciendo bien y le sobraba tiempo para dar golpes de efecto iguales a los de sus películas. Uno de ellos fue agilizar y amenizar la siempre tediosa gala de los premios Goya. El otro, tal vez el más sonado, fue invitar a Pedro Almodóvar a volver a la Academia. El director manchego apareció en evento presentando uno de los galardones. Su presencia obnubiló a todos los asistentes y a los espectadores que seguían los Goya por televisión.
En su discurso, en esa misma ceremonia, Álex de la Iglesia realizó, como no, una defensa del cine patrio, pero también espoleó a más de un director, guionista.., creadores todos, a trabajar para hacer obras de calidad y de calado, que animasen al público a acercarse a las salas y elegir las cintas españolas. Este ha sido el único discurso que he soportado.

Ahora quería trabajar para encontrar soluciones a eso de la  piratería (tema que merece una entrada a parte). No tuvo ni temor ni temblor para sentarse a hablar con representantes de partidos pirata o internautas cabreados ante una ley surreal e injusta. El propio De la Iglesia no ha tenido reparo en afirmar que él también descargaba películas, con el posterior escándalo público. A parte de esta anécdota, creo que ha sido un gestor que ha sabido ver que el modelo cinematográfico estaba cambiando y que había que empezar a asentar las bases de uno nuevo. Hay que añadir que tal vez haya sido el único, o uno de los pocos, que se ha atrevido a dialogar con las distintas partes enfrentadas. ¿Cuántos políticos pueden presumir de esto en España?

Frente al escarnio académico o, para ser más preciso, ministerial ante su decisión coherente de dejar la dirección de la Academia de Cine sirvan estas líneas, aunque no son las únicas en la red.

A.P.P



Foto: Álex Briseño

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