El
verano siempre es un buen momento para leer libros que en otras épocas dan más
pereza por lo tocho que son. Animado por las críticas y las ventas, y dada mi
permanente afición a la novela policíaca o de intriga, me agencié
La
verdad sobre el caso Harry Quebert, la bomba editorial de estos meses.
Al
principio pensaba que quizá era un problema de la traducción, porque me sentía
incómodo leyéndolo, en especial la parte dialogada. Pero una vez completada una
parte aceptable del libro, la evidencia aparecía sin lugar a dudas: el libro es
malísimo.
Os
aseguro que he leído mucho en mi vida, novelas de todos los colores, aunque
generalmente buscando más el entretenimiento que la meditación. Pero nunca me
he encontrado con algo tan sonrojante como este libro: Los diálogos son propios
de niños de 10 años, el argumento es de telenovela barata, los personajes son
tan sólidos como una pompa de jabón. Además de algo imperdonable en la novela
policíaca: unas incoherencias monumentales.