miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿MUSEO COCONUT?

Cierto es, que cuando uno se adentra en un museo de arte contemporáneo nunca sabe cuales serán sus sensaciones tras la visita, lo moderno es lo que tiene, sin embargo, si algo te llega el disfrute se multiplica exponencialmente. Así me ocurrió hace unos días cuando contemplé las obras de arte de los cuatro niveles del CAB, aquella mañana fue una gozada culminar el paseo matinal por el casco antiguo de la ciudad con este maridaje entre tradición y modernidad.

De entre las exposiciones ofertadas he de recomendar especialmente las “videopinturas” de Jacco Olivier, un artista holandés que combina la pintura sobre lienzo con el soporte digital, dotando a sus obras de un dinamismo que las hace únicas. Muy interesantes y sorprendentes me parecieron también las esculturas de papel de Javier Arce, llenas de vida, expresividad y espíritu crítico. En los dos niveles inferiores se puede admirar, por un lado la curiosa propuesta de Javier Calleja, que da vida a cubículo con las paredes blancas a base de mini- esculturas y pinturas, y por otro, introducirte en un bosque de 115 sillas hechas a mano por José Mª Guijarro, que a imagen semejanza de los seres humanos, están llenas de imperfecciones y ahí precisamente reside su encanto.

Dado que estas fechas, además de para cometer excesos de todo tipo, suelen estar asociadas a algunos días extra de fiesta, os propongo que hagáis un receso dentro de la vorágine navideña y respiréis arte y tranquilidad por partes iguales, que en estos tiempos que corren nunca viene mal. Por cierto, solo podéis verlas hasta el día 9 de Enero, luego cambian los contenidos del museo.
¿El próximo reto? En Enero el festival Escena Abierta.

J. Barbero

martes, 21 de diciembre de 2010

LITERATURA... TATUADA Y CON KALASHNIKOV (I)

A veces la literatura no sólo es distracción. A veces un libro se sumerge dentro de las zonas más oscuras de la sociedad y del hombre, para darlas luz. A veces una lectura resulta incómoda... y a la vez placentera.
Educación Siberiana de Nikolái Lilin escarba en los muchos agujeros pasados y presentes de la sociedad, de los pueblos y de la persona. Todo esto desde un relato que es ficción, pero con fuertes componentes autobiográficos. Lilin cuenta la historia de los urcas, una comunidad siberiana de delincuentes que fueron deportados a la zona de Transnistria (lugar entre Moldavia y Ucrania), una tierra de nadie en la extinta URSS.
A modo de recuerdos y utilizando la memoria personal y colectiva, mezclando realidad y ficción, Nikolái Lilin, un descendiente de esta comunidad, relata el día a día y muchos aspectos de esta particular gran familia. Un pueblo que no se rige, aunque supongo que en parte también, por las reglas del mercado, si no por las suyas propias. No reconocen más autoridad que la de sus ancianos, abogando por valores como la libertad, la justicia, la humildad o la lealtad, en fin, un verdadero código de conducta que les hace ser, según los urcas, ‘criminales honestos’.