jueves, 16 de junio de 2011

ÉPOCA DE EXÁMENES

Ahora que las noticias sobre el final del curso rellenan los informativos y que nosotros mismos recordamos aquellas jornadas maratonianas de estudio o de pellas, según el consumidor, de nuestros años mozos, me parece interesante una reflexión que me ronda las ideas desde hace un tiempo. Es verdad que algunos acontecimientos están acelerando la perspectiva pesimista que me inunda estos días pero, por otro lado, no deja de ser una cuestión recurrente en el ejercicio de mi profesión, así que paso a explicarme.

Vengo observando la transformación que la consideración del profesor está sufriendo por el común de la sociedad en situaciones críticas. Es decir, no estoy hablando de la típica frase socarrona sobre nuestras eternas vacaciones y nuestro horario de ensueño, ventajas que, en parte, y digo, sólo en parte, nos habremos ganado con algo de trabajo y suerte. Me refiero más al cuestionamiento de todas nuestras decisiones en base a una mala experiencia de juventud, al camino fácil para encontrar la culpa de unos resultados insatisfactorios o al todopoderoso testimonio del hij@ adolescente.

Nuestros jóvenes, que van al colegio para formarse en unas cuantas materias, también deben hacerlo en la más importante, la de la madurez. Ahí entran en juego varios factores, pero para poner y hacer respetar las reglas necesarias del juego, estamos sobre todo la familia y la escuela. Si estos dos baluartes a los que el adolescente se debe agarrar, a veces no por gusto, no se apoyan y se cuidan, la cosa no funciona. Y yo noto que, efectivamente, no funciona.

Yo había oído hablar del síndrome del profesor quemado y ciertamente estos días, creo que estoy empezando a tener algunos síntomas. Pero no por el cansancio del curso, ni la “batalla” diaria que supone lidiar con estudiantes de entre 11 a 18 años, una tarea, por otra parte, apasionante. Si no por las embestidas que estoy recibiendo de algunos padres y madres que no buscan una explicación racional, de adulto a adulto, de una situación problemática. Se trata más bien de acallar el llanto del bebé que todavía manda en casa.

Yo me siento un poco frustrada porque, sin ser mis hij@s, la verdad es que me tomo bastante en serio la educación de estos chic@s. Y la imagen que se transmite y a veces incluso, se me explicita con perlas del mal gusto, es la de un profes@r-diablo que debe su existencia al sufrimiento de sus alumn@s. Puede que no desempeñemos bien nuestro trabajo, pero creo que no tengo ningún compañero que haga las cosas con la mala intención que parece ser nuestro sambenito actual. Me siento triste y sin ganas de llevar a cabo todas las ideas que se me ocurren para mejorar las clases. Lo único que me apetece es perder de vista a tema y comunidad educativa.

No puedo acabar así este desahogo que me hace pasar un mal trago vivido y me pregunto: ¿un deseo para el futuro? La oportunidad y la capacidad de cambiar esa percepción maléfica del profesorado, sobre todo cuando junio no se ve de color de rosa.

5 comentarios:

  1. Hola, quien quiera que seas, aunque tengo una cierta intuición de quien puedes ser, jeje.
    Yo te hablo como padre de chicos/as de la edad que dices, y te aseguro que lo que te has encontrado no es lo habitual entre la mayoría de la gente. Es verdad que hay algunos padres que protestan del profesorado, pero me temo que son los mismos que critican cualquier decisión en la junta de vecinos, que despotrican del servicio en bares y restaurantes, que se van de vacaciones a un "todo incluido" para no tener que preocuparse de nada, y que te van a meter un buen codazo si pueden para colarse en donde reparten pinchos de morcilla gratis.
    En fin, chusma, en muchos casos con mucha pasta, pero chusma al fin y al cabo.
    No les hagas ni caso, la mayoría no pensamos así y nos admira vuestra labor, porque también tenemos a los chicos en casa y sabemos lo complicado que es lidiar con ellos.
    Mucho ánimo de parte de uno que no quiere ser el mejor amigo de sus hijos para no dejarles huérfanos.

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  2. Entiendo tu frustración. No tengo hijos, aún, pero he conocido de cerca situaciones similares a las que narras y desde distintos 'bandos'. Solo espero que el sentimiento que desprenden estas líneas sea pasajero y unas buenas vacaciones logren mitigarlo. Lo digo porque gente con ilusión, que se implique en la educación integral de los jóvenes, más allá de los conocimientos puramente teóricos, es lo que hace falta, más aún si esos maestros son los únicos referentes, como pueden serlo en algunos casos en los que los padres se empeñan en mirar hacia otro lado o, sencillamente, no saben hacer otra cosa. Supongo que será duro, además de poco agradecido, pero la sociedad lo necesita, todos lo necesitamos. Ánimo.

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  3. Supongo que tienen más poder tres o cuatro madres/padres quejándose de todo, (de los hijos, del trabajo, del tiempo, del gobierno, ...), que diez o doce madres/padres que comprenden las dificultades de enseñar a chicos de estas edades.
    Lamentablemente los primeros son los que se presentan con más frecuencia en los colegios pidiendo explicaciones por las notas de sus hijos, y dejando en el profesorado un poso de amargura.
    Desde aquí dejar constancia de nuestro agradecimiento a estos profesionales.

    PD. Como en cualquier colectivo, entre el profesorado hay de todo.

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  4. Cuándo van a poner concurso-oposición para ser padre?

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  5. Para empezar, mucho ánimo. Yo tengo un sobrino adolescente, y vaya con el adolescente. Hay veces que lo llevo mal, por sus contestaciones y su pasotismo, incluso le cruzaría la cara, eso siendo mi familia con lo que puedo hacerme una idea de lo que se tiene que pasar en una clase con 20 como él o peores.
    P.D.: Esto se pasa con una ronda por las bodeguillas. Besos.

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