En los primeros viernes del mercadillo que se hace en el Empecinado, el parque que hay al lado del bar, todavía andábamos un poco verdes en eso de servir a toda leche los “cafés con leches”, como los llamaban nuestros amigos los gitanos.
Uno de esos viernes, una chica entre la multitud me pidió un café y un pincho de tortilla. A los diez minutos la chica seguía allí esperando, sin decir nada.
Me dí cuenta de mi olvido y le puse un café con leche y un croissant, mientras le pedía disculpas por la tardanza. Ella dijo que no pasaba nada por el tiempo, pero que me había pedido un pincho. Abochornado, se lo puse e intenté invitarle a la consumición. La chica aceptó la invitación a cambio de regalarme un libro que se acababa de comprar. Y así empezó una larga amistad que sigue hasta ahora con constantes detalles por su parte.
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Hasta la próxima historia.
Pepe.
buen regalin si señor!a disfrutarla!!!!
ResponderEliminarMuy buena idea, hay que fomentar el transporte ecológico y sano. Esperamos ansiosos las normas de préstamo.Un saludo.
ResponderEliminarIgual más de una noche para volver a casita viene fenomenal...
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