Últimamente estoy empezando a formarme un criterio sobre la danza, y precios de tres euros por un espectáculo ayudan a que siga haciéndolo. Me queda mucho por aprender para hacer una crítica de la técnica de los bailarines y de la dificultad y originalidad de las coreografías, así que escribiré sobre otras cosas que ví en la final del Décimo Certamen Internacional de Coreografía Burgos – Nueva York que se celebró en el Teatro Principal el pasado viernes.
Es una suerte que instituciones tanto públicas como privadas sigan apoyando este tipo de eventos, y que bailarines jóvenes tengan la oportunidad de mostrar su trabajo y de paso competir por una beca en una residencia coreográfica o ganar un premio de hasta nueve mil euros.
Coincidieron el premio del público y el del jurado, que fue otorgado a la coreografía “Hasta dónde…?” de Sharon Fridman. Lo que me parece que sobró fue que el organizador del evento, sentado en la primera fila al lado del jurado, en mitad de la actuación que más tarde resultó ganadora, se pusiera a aplaudir y una vez acabada esta, se levantara y empezara a hacer reverencias y alabanzas a la pareja participante, mientras increpaba al público a que se levantara también. Demostrar neutralidad hubiera sido lo suyo.
La entrega de premios con el jurado en el escenario, haciendo el paripé propio de estos eventos, y eclipsando el protagonismo a los bailarines, también me sobró.
Aún así, os animo a asistir el año que viene, ya que aunque sólo fuí a la final de danza moderna, también hay hueco otros días para otras disciplinas como danza vertical, hip hop o grafiti.
A.G.G.
Menos mariconadas y mas hip hop!
ResponderEliminarEn este blog hay sitio para todo...
ResponderEliminar