El pasado 16 de julio se produjo un caso inusual, inusual porque sólo se produce una vez al año en nuestra querida calle, la calle del Carmen: se celebra el día de la Virgen, la Virgen Del Carmen. Por si no lo sabéis ya, os debemos decir que estamos situados estratégicamente en el callejero burgalés: rodeados por la iglesia del Carmen, seminarios y, para consolidar la media de edad e ideario, tenemos al ladito también un hogar de jubilados (centro de día es el nombre técnico actual). El caso es que este día se corta la calle, se concelebra misa en la iglesia y hay procesión: se saca a la Virgen sobre un carrito de madera noble preparado para la ocasión. La expectación generada se mantiene año tras año con una afluencia masiva.
Debemos decir que hace años comprendíamos y percibíamos una realidad sentida en este evento, pero últimamente la sensación ni siquiera es real, se asemeja a una procesión de película tipo La invasión de los ultracuerpos, en la que en cualquier momento puede aparecer otro carrito cargado de vainas.
Será porque la media de edad aumenta exactamente en un año cada año o porque la hemos visto ya repetida en los felices catorce de existencia del Carabás, no sabemos, la verdad es que no son tanto los ultracuerpos lo que nos invade, sino tristeza y desazón.
En el aspecto puramente material diremos que aparte de los problemas añadidos de aparcamiento en esa tarde, estamos pensando instalar para sucesivos años unos baños portátiles festivaleros en la calle. Aportación por nuestra parte, porque una facción importante de la procesión acude y se disgrega hacia nuestros lavabos, produciéndose aglomeraciones de todo tipo, sólidas y líquidas.
En fin, no nos pongamos románticos. Todo esto nos ha llevado a pensar en las religiones en general, las tradicionales y las de nueva aparición. Y habría que posicionarse, ¿no CREÉIS?. De las tradicionales no vamos a decir nada, ya esta dicho todo, Dios ha muerto y todas esas cosas. De las nuevas, como decía Pessoa, para darle un toque culto al asunto, después de abandonar nuestras religiones tradicionales, no seamos ingenuos y empecemos a creer en la humanidad. De la religión económica, dispuesta a rescatar a los dioses y a la deuda griega, que quiere canonizar a la prima de riesgo, no merece la pena hablar. De la cienciología hollywoodiana sobran las palabras. Pero prestemos atención a una reciente aparición: la Iglesia Pastafari, ¿habéis oído hablar de ella? Mirad a ver, de tan poco seria que parece, habrá que tomársela en serio.
Saludos
LUZAZUL
foto: Zentolos
Este mundo global genera cada vez más frikadas. O igual las mismas de siempre, pero ahora con más posibilidades de conocerse por la gente. Comparar a los abueletes del muelle flojo con los adoradores de la pasta es como asegurar que Pajares y Esteso tuvieron una oferta de Fassbinder: un absurdo. Yo reconozco que me convencen bastante más las religiones tradicionales que cualquier invento contemporáneo. Aunque solo sea por haber aguantado tanto tiempo
ResponderEliminarLo que yo no entiendo es que en esta iglesia de al lado se gasten una pasta gansa en columbarios, verjas para que nadie se resguarde del frío en sus soportales y otras obras varias, pero no piensen en una inversión en sevicios básicos que visto lo visto es lo que más necesitan (O quizás están tan saturados que tienen que hacer uso de las inmediaciones)... lo de que la iglesia se tiene que renovar es en su amplio sentido...
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